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En palabras del Mago Frank: "Si yo hubiera tenido este libro cuando iniciaba mi carrera, todo hubiera sido más fácil. ¡Por eso lo escribí!"
Libro que Francisco Suárez (el Mago Frank) en su faceta de escritor, publicó en 2004. A mediados de 2005, Jorge Ortiz de Pinedo la lleva al escenario como obra de teatro. Sin contar el tiempo de la pandemia, se ha presentado 15 años ininterrumpidamente. La Historia de Gazapo es una historia de amor tan singular, que todos tenemos que ver con ella. A través de una narración llena de poesía, suspenso y salpicada con un poco de humor nos deja ver su alma desnuda, su lado humano y aunque nos lleva de la mano por caminos torcidos, finalmente nos hace reflexionar sobre lo que hemos hecho o dejado de hacer en nuestra relación de pareja.
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Hola, soy el Conejo Blas…
¡Te invito a conocer mi historia!
Quizá me conozcas como el Conejo del Mago Frank, pero yo creo que es al revés: Frank es el Mago del Conejo Blas, pero por favor, no se lo digan.
Nací en la hermosa Ciudad de Houston, en un soleado domingo… ¡Domingo de Pascua, claro está! Mis primeros recuerdos son jugando en el aparador de una tienda de magia y fue en 1976, cuando en un congreso de magos, conocí al Mago Frank.
Pobrecito, aún recuerdo su cara cuando me vio. A pesar de que estaba yo sentado junto a muchos muñecos, él nada más tuvo ojos para mí. Me cargó, sentí su cálida mano sobre mi espalda y nos entendimos perfectamente… ¡Fue un momento mágico!, porque debo de confesar que yo nunca había hablado en español.
Después de una breve charla, nos dimos cuenta de que estábamos rodeados por un grupo de magos congresistas… Nos miraban extrañados, pero… ¿Qué tiene de raro que un ventrílocuo, hable con un muñeco antes de comprarlo? ¿Que acaso un pianista compra un piano sin tocar por lo menos una melodía? No ¿Verdad? Así que en agradecimiento a sus descaradas miradas Frank me propuso…, bueno más bien me invitó…, bueno, no… Me obligó a cantar Cielito Lindo, al grupo de gringuitos que no entendían nada. Segundo momento mágico, cuando terminé de cantar recibí mi primer aplauso, desde entonces supe que Frank era para mí.
Supuse que me compraría, pero la historia no fue así…
CONTINUARÁ…
Después de agradecer los aplausos, Frank preguntó que cuánto costaba… ¡Que importa, lo que cueste…! ¡Cómprame, cómprame…! — pensé — Pero cuando le dijeron el precio, su rostro cambió; su sonrisa desapareció (pero eso no era parte de su magia); una extraña sensación recorrió todo mi peluche y presentí que algo andaba mal. Yo sabía que los mexicanos siempre regateaban, pero Frank ni siquiera hizo el intento, es más, creo que ni cartera llevaba… Casi muero de tristeza cuando mi Mago (y digo mi Mago, porque ya lo sentía mío) extendió los brazos para regresarme a la señora que me vendía. Nuevamente en el aparador y a pesar de que volví a estar rodeado de muñecos, me sentí más solo que nunca… Frank se perdió entre la multitud y temí mucho que no volviera a saber de él, (aún así quise ser positivo…) ¡Seguro que fue a pedir prestado!
No pasaron ni cinco minutos cuando mi tristeza se convirtió en sorpresa… No, no es lo que están pensando. Si creen que Frank regresó por mí, se equivocan. Al contrario, algo horrible sucedió. Mi ilusión de conocer México y de aprender a comer zanahorias con chile piquín, se esfumaron. De repente vi, que uno de los magos que habían aplaudido “mi debut como cantante”, sacaba su cartera y sin preguntar nada sólo dijo: “I’ll take the rabbit!”
Del resto, no me acuerdo, más bien, no quiero acordarme. Sólo sé que me metieron en una bolsa de plástico y después de mucho ir y venir, me pasaron a un maletín negro y después ya no supe más de mí… Ahí juré y perjuré que ya no volvería a hablar.
El resto de la historia la sé por lo que mi Mago me ha platicado, así que le pediré a él que se los cuente… Frank, Frank, Frankitooooo…
Hola, soy el Mago Frank y quiero decirles que lo que les ha dicho el Conejo Blas, es totalmente cierto…
Efectivamente, cuando acudí al salón de expositores de la Convención de la Asociación Texana de Magos (T.A.O.M), ocurrió la primera “diosidencia”. Era un salón enorme, con decenas de stands repletos de juegos de magia y literalmente, cientos de magos recorriendo los pasillos, hacían de ese salón una verdadera verbena.
Cuando me topé con el stand con artículos para ventrílocuo, un blanco conejito no sólo llamó mi atención, sino que también me llenó de ilusión. No quiero decir que lo estaba buscando, pero cuando lo vi supe que era justamente lo que necesitaba. (En ese tiempo yo ya practicaba la ventriloquia con dos muñecos que aún guardo en mi corazón: Cirilo, que llegó a mi vida en 1968 y Fulgencio que me acompañó desde 1971, hasta que por una segunda “diosidencia” que ya les platicaré, empecé a trabajar con el ahora famoso Conejo Blas).
Tanto Cirilo como Fulgencio eran de esos muñecos clásicos, hechos de pasta o de papel maché, los pintaban rojos, rojos; chapeados, chapeados y que además de que movían las cejas, su mandíbula se desencajaba cada vez que hablaban. Debo decir que tenían su encanto, pero también debo aceptar que a veces daban un poco de miedo, sobre todo a los niños que en ese tiempo no disfrutaban como ahora de un diabólico muñeco llamado Chucky e incluso de Eso, el payaso más aterrador de todos los tiempos.
Pero bueno, ya me desvié del tema, retomaré desde que tuve que dejar al conejo en manos de su vendedora para platicarles lo que pasó por mi mente cuando tuve que despedirme de lo que era tan sólo un conejo de peluche.
CONTINUARÁ…
¿Que por qué devolví el conejo? Haré un poco de historia…
Estamos hablando de un 4 de septiembre de 1976. Justo 4 días antes, el 31 de agosto, sucedió algo de lo que yo nunca había oído hablar… Decían en las noticias: SE DEVALÚA EL PESO MEXICANO. ¿Qué significaba eso…? Yo sólo tenía 20 años y en los últimos 22 el dólar siempre había costado $12.50. Nunca se había vivido una devaluación, es más, ni siquiera sabíamos que existiera eso, la única explicación que nos dieron: Lo que antes te costaba $12.50 ahora te cuesta $19.90… — ¿Por qué…? — ¡Por que sí!
Ya podrán imaginar lo que sentí cuando me dijeron el precio del conejo… No quiero causar lástimas, no, a Dios gracias no es que fuera sin dinero, yo ya trabajaba de mago y tenía mis ahorros, pero recuerdo que me daba mis mañas para ahorrar más…
Llegaba yo a la mesa de los grandes magos justo cuando estaban terminando de desayunar… Chen Kai, Dino, Ja Ramy, Krotani, Leonardo Trébole, Mandrake… (en orden alfabético para no herir susceptibilidades ) — ¿Ya desayunaste, Frank? — Ya, muchas gracias y como Chen Kai espulgaba la comida y Mandrake no comía nada… ¡Me comía lo que dejaban! Si no sobraba mucho, me preparaba un rico pan con mermelada.
Si me ahorraba un desayuno, me ahorraba un dólar y por supuesto que ese dólar lo ocupaba para comprar más juegos de magia. En seguida les contesto lo que se han estado preguntando desde que retomé el relato… ¿CUÁNTO COSTABA EL CONEJO?
Pues bien, el conejo costaba $76 dólares. Cualquier mediano matemático me podría decir… $76 dólares a $19.90, el conejo te costó $1,512 pesos, con sus 40 centavotes, pero no, no era así. Ya les dije que en esos tiempos podías desayunar con un dólar, así que lo que costaba el conejo no eran nada más $76 dólares, no, en todo caso eran… ¡76 DESAYUNOS! (Ese mismo desayuno que hoy podría costar unos $10 dólares), así que 76 x 10…
CONTINUARÁ…
Yo tampoco recuerdo qué pasó por mi mente cuando tuve que dejar al conejo, supongo que acepté que no era para mí y punto (no quiero ni pensar que sucedería si hoy me separaran de él).
El resto de día pasó sin novedad, asistí a todas las actividades del congreso, conferencias, shows, incluso concursé y gané el 1er Lugar en la categoría “Magia de Cerca” (esto no viene al caso, pero tenía que presumirlo). Fue hasta muy noche cuando por fin llegué a mi habitación. De inmediato noté que había sobre mi cama un maletín, de esos maletines clásicos que usan los médicos cuando van de visita, pero… ¿Qué hacía ahí un maletín de médico sobre mi cama?
Mi primera reacción fue: Ups, me equivoqué de cuarto… Pero no. Salí al pasillo y sí era el número de mi habitación; abrí el closet y efectivamente, ahí estaba mi ropa; con cierto temor abrí la maleta y… ¡¿Queeeeé…?! Ahí estaba el Conejo, ese mismo conejo con el que había platicado apenas en la mañana.
Mi corazón palpitó con la misma intensidad con la que palpita ahorita que lo estoy escribiendo (créanme, aunque sé la historia nunca la había recordado con tanta intensidad). Ahora ya lo sé, pero en ese momento a pesar de mi alegría, nunca imaginé que el contenido de ese maletín cambiaría totalmente mi vida.
No pude dormir esa noche. Me miraba y me miraba en el espejo, obviamente al lado de ese hermoso conejo, probé algunas voces y por fin decidí bautizarlo… Recordé que hay unos conejos silvestres llamados Jack Rabbit. Su principal característica es que tienen las orejas más largas que las de los conejos de granja, así que le dije: “De hoy en adelante te llamarás Jack”
¿Jack…? ¡Me gusta! — contestó el conejo —
Claro, — le dije — es corto, fácil de recordar y sobre todo fácil de decir…
Por fin entrada la madrugada pude conciliar el sueño y con el despertador a las 8 de la mañana me levanté para correr al salón de expositores e investigar cómo había llegado ese conejo a mi cama… Oh, decepción, el salón lo abrían hasta las 11 de la mañana, así que me fui al restaurante “a desayunar” (más bien a ahorrarme el consabido dólar) y les platiqué a los magos que de una misteriosa manera había aparecido un conejo en mi habitación.
CONTINUARÁ…
10.55 a.m. Ya estaba yo en la puerta del salón de expositores para entrar (como entran las señoras a los almacenes cuando anuncian el Buen Fin…) Advertí que el conejo ya no estaba… Quiero decir, que su lugar estaba vacío, así que no había otro conejo que lo remplazara. En mi mal inglés le pregunté… “Ju buy de rabit?”, no me entendió, así que con señas, palabras en inglés, palabras en español, tuve que explicar lo sucedido la noche anterior. En resumen y con ayuda de traductores voluntarios, me dijo lo que ya saben, que alguno de los magos, de los que habían estado en la bolita, lo había comprado.
¿Sí, pero juuuuuu? Sólo encogió los hombros y dijo… Vendo muñecos todo el día, no recuerdo a quién le vendí precisamente ese conejo.
Entendí no sólo lo que decía, sino también la situación. A mí me sucede muy a menudo que me dicen: “Mago ¿Se acuerda de mí? (???) Yo soy la mamá de la niña que le pasó ayudar el otro día en la función… (???) Sí, acuérdese, en la fiesta de Juanito…” ¡¿Cómo se iba a acordar la vendedora, a quién le vendió el conejo?! (Si a un congreso de la Asociación Texana de Magos, acuden más de 1,200 ilusionistas).
Empecé a sacar conclusiones… Yo llevaba puesto un gafete… Estaba hospedado en el mismo hotel de la convención… Ese día había concursado (quiero decir que estuve anunciado y en la mira de todos por un buen rato) así pienso que fue la forma en que esa alma bondadosa pudo haberme identificado, vio mi nombre en el gafete… Investigó el número de mi cuarto y al estilo de los que hacen bien, sin mirar a quién y de la forma en la que sólo los grandes lo saben hacer, hizo su buena obra sin buscar reconocimiento…
¿Sin buscar reconocimiento…? Le falló. No contó con que el conejo se lo estaba regalando a una persona creyente y muy agradecida, así que yo también me di a la tarea de investigar y encontré, no al que lo compró, sino al que movió todos los hilos para que esto sucediera… El conejo fue literalmente ¡Un regalo de Dios!
CONTINUARÁ…
Regresé a México con dos cosas en la mano. El trofeo de 1er. lugar, en la convención y mi “maleta de doctor” (primera madriguera del Conejo Blas… Digo Jack). Pasaron dos años y nunca más me volví a acordar del dichoso Conejo. No, no es que no me gustara, pero ¿Cómo iba a cambiar a Cirilo y a Fulgencio por un conejo de peluche? Nunca me atreví a decirles que tenía un nuevo muñeco y por supuesto ni siquiera hice el intento de sacarlo.
Yo seguía trabajando con Cirilo y Fulgencio, bien o mal cumplían su cometido y aunque a veces los niños lloraban, la mayoría de la veces divertían con éxito, así que nunca pude guardarlos en la maleta con el fin de sacar al conejo de la otra. Se me hacía cruel “jubilarlos” sabiendo que eran mis compañeros de trabajo…
Dos años después volví a concursar en Estados Unidos pero ahora en el Estado de Florida. Nuevamente… “And the winner is… “Mego” Frank from “Mecsicooou” (aún retumban esas palabras en mi mente).
Ya con ese segundo reconocimiento me llené de valor y me propuse a hacer valer los premios. Me acerqué a la oficina de Guillermo Ochoa y Lourdes Guerrero, que en ese tiempo conducían el noticiero Hoy Mismo. Les hablé maravillas de mí, que era la segunda vez que traía a México un reconocimiento internacional y que les pedía una entrevista (obviamente esto a través de su secretaria Patricia Martínez, a la que después de mostrarle los trofeos y algunos recortes de una revista de magia (Genii), tuvo a bien agendar mi entrevista para el martes 4 de julio a las 11 de la mañana… “Tiene 12 minutos para mostrar las magias con la que ganó”.
Tenía semana y media para prepararme, aunque ya había estado antes en televisión en algunos programas nocturnos como La Casa de los Locutores, estaba yo nerviosísimo. El programa que les digo pasaba a las 3 de la mañana, por el canal 4, sólo en el Distrito Federal, (ja ja, no me veían ni mis papás) como no estar nervioso si de repente me iba a presentar en horario matutino ¡Y en el canal 2! (que era el que se veía en toda la República).
Llegó el día. La noche anterior estuve practicando mi rutina en casa del Mago Chen Kai… Me corrigió algunos movimientos y en la plática, su esposa Carmelita, sugirió que llevara a la entrevista… “Ese conejo que me habían regalado años atrás…”
¿El conejo? En todo llevo caso a Cirilo o a Fulgencio.
“No. Lleva al conejo. — insistió Carmelita — Muñecos como tus muñecos, hay muchos…”
CONTINUARÁ…
“Muñecos como tus muñecos, hay muchos…” Esta frase quedó dando vueltas en mi mente. Aunque al día siguiente tenía que madrugar, no podía dormir. ¿Como iba a llevar al Conejo si ni siquiera teníamos una rutina? (rutina le llamamos los ventrílocuos al diálogo que tenemos con los muñecos).
De repente dejé de dar vueltas en la cama. Una tonadita vino a mi mente… De inmediato llegaron las palabras: “Soy un conejo, muy orejón y mi colita es de algodón…” ¡Eso es! Voy a escribir la canción y si la termino, llevo al conejo.
3 AM
Soy un Conejo, muy orejón.
Y mi colita, es de algodón.
4 AM
En mi conejera, siempre a mÍ me espera
mi coneja chula.
Con su delantal a cuadros,
siempre cocinando mi rica lechuga…
5 AM
Y en dos cuartitos
mis conejitos.
Siempre sonrientes,
siempre bonitos.
6 AM
Lai ra la lai ra, mis conejitos
Lai ra la lai ra, La rai, la, lai…
7 AM
No se me ocurrió nada más, pero… “Con eso es suficiente — pensé — ya tengo la letra, ya tengo la tonada, cuento dos o tres chistes… Está bien, llevo al conejo (pero sólo como protección porque yo voy a enseñar mi magia).”
CONTINUARÁ…
Llegué una hora antes a Televisa, (el programa empezaba a las 9) y hora y media después…
— “Ya sigue usted mago, terminando los comerciales entra a cuadro. Tiene 12 minutos para hacer lo que quiera”.
PUM pum PUM pum PUM pum… (obvio, era mi corazón). Ya en el set puse la mesa, saqué mis cartas, junto a las cartas puse mis trofeos y en el suelo… ¡La maleta del conejo!
Buenos Días
— saludó Lourdes Guerrero, Co-Conductora del programa — en un minuto empezamos… (No recuerdo si contesté el saludo). ¿Qué trae en la maleta…?
Yo estaba ensimismado con los preparativos.
¿Le preguntaba que qué tiene en la maleta?
— Ah, sí, perdón… Un conejito
¡Un conejito! ¡Sáquelo se va ahogar…!
— Ja, ja, nooo. Mire (abrí la maleta y saqué al conejo) es un muñeco de peluche.¡Esta hermoso…!
No había yo guardado al conejo, cuando de repente se oyó la voz del jefe de piso cinco, cuatro, tres, dos… ¡Segunda Diosidencia!
Guillermo Ochoa: Estamos en una mañana muy especial y pues la primera vez que voy a entrevistar a un conejo.
Lourdes Guerrero: Sí y además está hermoso. Buenos Días Señor conejo…
La cámara enfocó rápidamente la “Cara del “señor Conejo” que ni tardo ni perezoso empezó a coquetear…
Blas: Buenos días, mi rrrrreina.
CONTINUARÁ…
De lo que sigue… ¡Ya me acuerdo! Gracias Frankito por participar. Lo que iba a ser una entrevista de magia, se convirtió en una plática conmigo. Entre risas, chascarrillos y mis ocurrencias, empezó a transcurrir el tiempo… Tic, tac; Tic, tac ¡El tiempo de mi mago! Tic, tac; Tic, Tac… (Los 12 minutos que le habían dado para hacer, “lo que él quisiera”, estaban terminando). Frankito quería hacer su magia, pero para el minuto 10, él ni siquiera había salido en la tele, bueno, ¡Ni su mano!, porque estaba escondida tras de mi espalda.
Se acabó en tiempo del segmento y Guillermo Ochoa dijo: “Regresamos después de unos mensajes”.
Yo creo que ese día no hubo bombazos, secuestros, ni elecciones, porque después, ya fuera del aire añadió:“No se preocupe mago, le vamos a dar otros 12 minutos”.
Durante los comerciales, todos estaban felices. Lourdes pidió permiso para abrazarme y yo creo que le gusté porque no me soltaba….
¿Listos? Cinco, cuatro… (me regresó rápidamente a las manos de Frank) tres, dos…
Ya estamos de regreso — dijo Don Guillermo — (Bueno, Memo, porque para ese tiempo ya éramos bien cuates) continuamos con… ¿Qué? ¿Una llamada? ¿Con el Conejo Blas…?
Yo volteé para todos lados, porque según yo no había otro conejo y como les platicó mi mago, yo me llamaba Jack.
“A ver Conejo Blas, que quieren hablar con usted…”
(Ja ja, en ese tiempo los conductores no le podían hablar de “tú” a los entrevistados, así que el me hablaba de “usted” y yo le hablaba de tú).
¿El conejo Blas, soy yo? — Pregunté —
Pues claro, ¿Quién más? — dijo Memito extrañado — Y como Frank no podía decir nada porque ni siquiera había salido, pues ahí es donde yo decidí llamarme Blas, en lugar de Jack.
Hablé por teléfono con la niña y me pidió que cantara una canción… Le dije que no había llevado a mis músicos y dijo Lourdes: “Échesela a capela, a ver como le sale…”
¡Terecera Diosidencia! Yo no sabía que Frankito lindo, precioso, hermoso, se había desvelado para escribirme una canción, yo pensé, ahorita canto el Cielito Lindo, como día que conocí a Frank, pero de repente, de mi agudo pecho salió una canción que decía: Soy un conejo, muy orejón…
Los teléfonos seguían sonando, miles de niños querían hablar conmigo… (bueno, exageré) otros niños, no sé cuántos, también querían hablar conmigo, pero no fue posible… Los otros doce minutos habían transcurrido…
CONTINUARÁ…
Don Memo se volvió a disculpar, le dijo a mi mago: Ya no va haber tiempo para ver su magia, pero creo que ha sido un buen programa, le damos otros 6 minutos para la despedida.
Yo no sé qué pasaba por la cabeza de mi mago, estaba muy serio. Yo creo que hasta algo molesto, porque, como le había dicho a toda su familia y a los cuates que iba a estar en televisión, se llevaron un chasco, porque el único que había salido era yo.
¿Qué pensabas, Frankito?
— “Nada, no sabía lo que estaba ocurriendo, estaba triste de que no iba a hacer mi magia, pero bueno, tampoco iba a hacer en seis minutos lo que duraba once, así que…”
Así que ya no hizo magia y cuando regresamos al aire dijo Don Guillermo: Bueno, pues nos quedan unos minutos de programa, ¿Qué les parece que el Conejo Blas nos cante otra canción…?
Entré en pánico, confesé cínicamente que no me sabía otra y Lourdes Guerrero dijo:
“Pues cante la misma, le salió muy bonita…”
Otra vez empecé: Soy un conejo, muy orejón… Y faltando un minuto para terminar el programa, Don Guillermo Ochoa dijo:
“Ustedes se preguntarán que quién le da vida a este maravilloso conejo… Bueno, pues es un joven mago que hoy nos ha sorprendido… El Mago frank”.
Fue hasta ese último minuto que se abrió la toma y aparerció mi mago… Ja ja, imagino a la familia y los cuates de Frankito gritando… ¡Pancho, Pancho, Ra Ra Ra…!
CONTINUARÁ…
Francisco Suárez, es Licenciado en Comunicación, egresado de la Universidad Ibero Americana y de la Universidad de la Comunicación. En su larga trayectoria profesional ha tenido la oportunidad de desempeñarse como escritor y guionista para radio y televisión, además de ser autor de varios temas musicales, entre los que destacan el del Conejo Blas.
La Historia de GazapoLa Historia de Gazapo es la vida de un poeta, contada por su mejor amigo.
A través de una narración llena de poesía, suspenso y salpicada con un poco de humor, esta obra con más de 15 años en cartelera, refleja el lado humano del amor en todas sus expresiones.
Chí, ¿Pala cuano lo quele?
No. En el de adultos, el público es mayor de 18 años.
Con gusto. (Anótese en la lista de espera).
De la misma manera en algunas mujeres hablan hasta por los codos.
Hago magia, no milagros.
Yo creo que bien porque no se dio cuenta.
Sí. (Perdón que se lo diga tan de repente).
No. Tengo que ir yo también.
Sí, también hay clientes que pagan más.
Si pudiera, le trabajaría gratis.
¡Santo Dios…! ¿No se enoja su esposo?
Si me dieran un peso por cada vez que me preguntan eso, Slim sería mi chofer.
Pregúnteselo a él.
?¿&%^#¬∞¢@…
¡Préndala!!
No. Fui parte de su elenco, pero nunca me invitó a salir.
Sí, pero yo en aerolínea comercial, él tiene avión privado.
Claro que me acuerdo… Tenías un vestido blanco, ¿no…? Ya ves que sí me acuerdo… ¡Cómo has cambiado!
No. Al revés, el conejito es mío.