(55) 5516 1554
(55) 5271 1030
info@magofrank.com
pr@magofrank.com
Una buena razón para contratar al Mago Frank es que ¡ES! El Mago Frank.
50 años como mago profesional.
40 años en la televisión mexicana.
40 años en los mejores centros nocturnos de México.
3 veces campeón de magia en Congresos Internacionales
Atracción de temporada de los mejores circos de México.
Creador del Conejo Blas
El Mago Frank TV y tú lo ves a él en
Hola, soy el Conejo Blas…
¡Te invito a conocer mi historia!
Quizá me conozcas como el Conejo del Mago Frank, pero yo creo que es al revés: Frank es el Mago del Conejo Blas, pero por favor, no se lo digan.
Nací en la hermosa Ciudad de Houston, en un soleado domingo… ¡Domingo de Pascua, claro está! Mis primeros recuerdos son jugando en el aparador de una tienda de magia y fue en 1976, cuando en un congreso de magos, conocí al Mago Frank.
Pobrecito, aún recuerdo su cara cuando me vio. A pesar de que estaba yo sentado junto a muchos muñecos, él nada más tuvo ojos para mí. Me cargó, sentí su cálida mano sobre mi espalda y nos entendimos perfectamente… ¡Fue un momento mágico!, porque debo de confesar que yo nunca había hablado en español.
Después de una breve charla, nos dimos cuenta de que estábamos rodeados por un grupo de magos congresistas… Nos miraban extrañados, pero… ¿Qué tiene de raro que un ventrílocuo, hable con un muñeco antes de comprarlo? ¿Que acaso un pianista compra un piano sin tocar por lo menos una melodía? No ¿Verdad? Así que en agradecimiento a sus descaradas miradas Frank me propuso…, bueno más bien me invitó…, bueno, no… Me obligó a cantar Cielito Lindo, al grupo de gringuitos que no entendían nada. Segundo momento mágico, cuando terminé de cantar recibí mi primer aplauso, desde entonces supe que Frank era para mí.
Supuse que me compraría, pero la historia no fue así…
CONTINUARÁ…
Después de agradecer los aplausos, Frank preguntó que cuánto costaba… ¡Que importa, lo que cueste…! ¡Cómprame, cómprame…! — pensé — Pero cuando le dijeron el precio, su rostro cambió; su sonrisa desapareció (pero eso no era parte de su magia); una extraña sensación recorrió todo mi peluche y presentí que algo andaba mal. Yo sabía que los mexicanos siempre regateaban, pero Frank ni siquiera hizo el intento, es más, creo que ni cartera llevaba… Casi muero de tristeza cuando mi Mago (y digo mi Mago, porque ya lo sentía mío) extendió los brazos para regresarme a la señora que me vendía. Nuevamente en el aparador y a pesar de que volví a estar rodeado de muñecos, me sentí más solo que nunca… Frank se perdió entre la multitud y temí mucho que no volviera a saber de él, (aún así quise ser positivo…) ¡Seguro que fue a pedir prestado!
No pasaron ni cinco minutos cuando mi tristeza se convirtió en sorpresa… No, no es lo que están pensando. Si creen que Frank regresó por mí, se equivocan. Al contrario, algo horrible sucedió. Mi ilusión de conocer México y de aprender a comer zanahorias con chile piquín, se esfumaron. De repente vi, que uno de los magos que habían aplaudido “mi debut como cantante”, sacaba su cartera y sin preguntar nada sólo dijo: “I’ll take the rabbit!”
Del resto, no me acuerdo, más bien, no quiero acordarme. Sólo sé que me metieron en una bolsa de plástico y después de mucho ir y venir, me pasaron a un maletín negro y después ya no supe más de mí… Ahí juré y perjuré que ya no volvería a hablar.
El resto de la historia la sé por lo que mi Mago me ha platicado, así que le pediré a él que se los cuente… Frank, Frank, Frankitooooo…
Hola, soy el Mago Frank y quiero decirles que lo que les ha dicho el Conejo Blas, es totalmente cierto…
Efectivamente, cuando acudí al salón de expositores de la Convención de la Asociación Texana de Magos (T.A.O.M), ocurrió la primera “diosidencia”. Era un salón enorme, con decenas de stands repletos de juegos de magia y literalmente, cientos de magos recorriendo los pasillos, hacían de ese salón una verdadera verbena.
Cuando me topé con el stand con artículos para ventrílocuo, un blanco conejito no sólo llamó mi atención, sino que también me llenó de ilusión. No quiero decir que lo estaba buscando, pero cuando lo vi supe que era justamente lo que necesitaba. (En ese tiempo yo ya practicaba la ventriloquia con dos muñecos que aún guardo en mi corazón: Cirilo, que llegó a mi vida en 1968 y Fulgencio que me acompañó desde 1971, hasta que por una segunda “diosidencia” que ya les platicaré, empecé a trabajar con el ahora famoso Conejo Blas).
Tanto Cirilo como Fulgencio eran de esos muñecos clásicos, hechos de pasta o de papel maché, los pintaban rojos, rojos; chapeados, chapeados y que además de que movían las cejas, su mandíbula se desencajaba cada vez que hablaban. Debo decir que tenían su encanto, pero también debo aceptar que a veces daban un poco de miedo, sobre todo a los niños que en ese tiempo no disfrutaban como ahora de un diabólico muñeco llamado Chucky e incluso de Eso, el payaso más aterrador de todos los tiempos.
Pero bueno, ya me desvié del tema, retomaré desde que tuve que dejar al conejo en manos de su vendedora para platicarles lo que pasó por mi mente cuando tuve que despedirme de lo que era tan sólo un conejo de peluche.
CONTINUARÁ…
¿Que por qué devolví el conejo? Haré un poco de historia…
Estamos hablando de un 4 de septiembre de 1976. Justo 4 días antes, el 31 de agosto, sucedió algo de lo que yo nunca había oído hablar… Decían en las noticias: SE DEVALÚA EL PESO MEXICANO. ¿Qué significaba eso…? Yo sólo tenía 20 años y en los últimos 22 el dólar siempre había costado $12.50. Nunca se había vivido una devaluación, es más, ni siquiera sabíamos que existiera eso, la única explicación que nos dieron: Lo que antes te costaba $12.50 ahora te cuesta $19.90… — ¿Por qué…? — ¡Por que sí!
Ya podrán imaginar lo que sentí cuando me dijeron el precio del conejo… No quiero causar lástimas, no, a Dios gracias no es que fuera sin dinero, yo ya trabajaba de mago y tenía mis ahorros, pero recuerdo que me daba mis mañas para ahorrar más…
Llegaba yo a la mesa de los grandes magos justo cuando estaban terminando de desayunar… Chen Kai, Dino, Ja Ramy, Krotani, Leonardo Trébole, Mandrake… (en orden alfabético para no herir susceptibilidades ) — ¿Ya desayunaste, Frank? — Ya, muchas gracias y como Chen Kai espulgaba la comida y Mandrake no comía nada… ¡Me comía lo que dejaban! Si no sobraba mucho, me preparaba un rico pan con mermelada.
Si me ahorraba un desayuno, me ahorraba un dólar y por supuesto que ese dólar lo ocupaba para comprar más juegos de magia. En seguida les contesto lo que se han estado preguntando desde que retomé el relato… ¿CUÁNTO COSTABA EL CONEJO?
Pues bien, el conejo costaba $76 dólares. Cualquier mediano matemático me podría decir… $76 dólares a $19.90, el conejo te costó $1,512 pesos, con sus 40 centavotes, pero no, no era así. Ya les dije que en esos tiempos podías desayunar con un dólar, así que lo que costaba el conejo no eran nada más $76 dólares, no, en todo caso eran… ¡76 DESAYUNOS! (Ese mismo desayuno que hoy podría costar unos $10 dólares), así que 76 x 10…
CONTINUARÁ…
Francisco Suárez, es Licenciado en Comunicación, egresado de la Universidad Ibero Americana y de la Universidad de la Comunicación. En su larga trayectoria profesional ha tenido la oportunidad de desempeñarse como escritor y guionista para radio y televisión, además de ser autor de varios temas musicales, entre los que destacan el del Conejo Blas.
La Historia de GazapoLa Historia de Gazapo es la vida de un poeta, contada por su mejor amigo.
A través de una narración llena de poesía, suspenso y salpicada con un poco de humor, esta obra con más de 12 años en cartelera, refleja el lado humano del amor en todas sus expresiones.
Chí, ¿Pala cuano lo quele?
No. En el de adultos, el público es mayor de 18 años.
Con gusto. (Anótese en la lista de espera).
De la misma manera en algunas mujeres hablan hasta por los codos.
Hago magia, no milagros.
Yo creo que bien porque no se dio cuenta.
Sí. (Perdón que se lo diga tan de repente).
No. Tengo que ir yo también.
Sí, también hay clientes que pagan más.
Si pudiera, le trabajaría gratis.
¡Santo Dios…! ¿No se enoja su esposo?
Si me dieran un peso por cada vez que me preguntan eso, Slim sería mi chofer.
Pregúnteselo a él.
?¿&%^#¬∞¢@…
¡Préndala!!
No, fui parte de su programa, pero nunca me invitó a salir
Sí, pero yo en aerolínea comercial, él tiene avión privado.
Claro que me acuerdo… ¡cómo has cambiado!
No. Al revés, el conejito es mío.